Académicos de la Institución estiman que cambios a la Educación Técnica Profesional deben incluir las propuestas de las comunidades educativas

Considerar a las comunidades educativas en el diseño final de estos cambios, formación desde primero a cuarto medio y no sólo desde tercero, una política de incentivos a las empresas para participar del proceso, el futuro de los estudiantes que hoy estudian especialidades que dejarán de existir, son algunos de los aspectos necesarios de discutir, que plantean los académicos Jorge Torres y Saúl Contreras, quienes han encabezado los proyectos de administración delegada del Plantel en cuatro establecimientos técnico profesionales de Santiago y regiones.

Recientemente, el Ministerio de Educación dio a conocer una propuesta de cambio curricular a la educación técnica profesional en el país, en la que hoy se forman más de 180 mil jóvenes en cerca de mil establecimientos.

Con el nuevo esquema los estudiantes podrán optar entre 34 especialidades y 17 menciones, con énfasis en el área de tecnologías de la información, como programación, conectividad y redes. En contraste, desaparecerán 9 especialidades, entre ellas secretariado, textil o ventas, debido a su baja matrícula, obsolescencia, y por no asegurar condiciones laborales a sus egresados.

La actualización comenzará a regir el 2015, empezando por los terceros medios. El  próximo año, los establecimientos podrán hacer los cambios en forma voluntaria.

En ese sentido, y fruto de la experiencia alcanzada por la Universidad en la administración delegada de cuatro establecimientos de este tipo en Santiago, Rancagua, Nueva Imperial y Angol, los académicos Jorge Torres, del Departamento de Tecnologías Generales de la Facultad Tecnológica, y Saúl Contreras, del Departamento de Educación, de la Facultad de Humanidades, valoran que la autoridad enfrente un proceso de cambios a la educación técnica profesional, que se ha visto por años rezagada respecto de otro tipos de formación en el sistema.

“Esta propuesta de cambios puede ser un gran avance si se toman algunas consideraciones que para nosotros son centrales”, plantea Jorge Torres, quien explica que en los cuatro liceos bajo administración de la U. de Santiago, se trabaja muy en línea con las demandas locales, de la comunidad más cercana.
“En este sentido, será importante ver si efectivamente dichas demandas han sido consideradas en los ajustes de las especialidades que se han anunciado, como así también en la generación de las nuevas especialidades”, especifica Torres.

En esta línea, el académico de la Facultad Tecnológica advierte que la Universidad tiene experiencia en enfrentar los obstáculos que se dan en el proceso de formación técnica profesional, “y desde ahí consideramos que no sólo se trata de renovar el currículo, sino que además, de considerar a los actores involucrados en tales cambios, a los estudiantes, sus familias y a los profesores, y también a las empresas que son un factor clave para las prácticas y la inserción laboral”.

Torres añade un aspecto que, al parecer, no está contenido en estos cambios: la formación desde primero a cuarto medio y no sólo concentrar los talleres y prácticas desde tercero. “Es necesario que el estudiante se desarrolle durante los cuatros años, para una formación verdaderamente progresiva y efectiva”, agrega Torres.

En lo relativo a la vinculación con la empresa, el académico de la U. de Santiago cree que es un aspecto fundamental. “En estos momentos, la mayoría de los liceos no tienen vínculos formales con las empresas, lo que impide actualizar los programas y contenidos, como así también imposibilita que la formación técnica tenga los resultados que se esperan, independiente de las políticas del Mineduc. Por lo tanto, consideramos que es necesaria una política de incentivos para que la empresa se motive y se comprometa en trabajar en conjunto con los Liceos”, concluye Torres.

Antiguos y nuevos estudiantes

Para el académico de la Facultad de Humanidades, Saúl Contreras, en tanto “es y será siempre una necesidad actualizar y mejorar la educación técnico profesional. Sin embargo, y dado que es una propuesta, sería conveniente también centrarse en algunas interrogantes, que probablemente serán ampliamente compartidas”.

La principal de estas interrogantes para Saúl Contreras, es: ¿Qué pasará con los estudiantes que han ingresado a las especialidades y/o menciones que ya no existirán?

“Sin duda, una parte importante de futuros egresados se verán perjudicados con estos cambios. Será necesario, entonces, diseñar una forma de integrar en las actuales mallas elementos que les permitan  a éstos, cuyas especialidades desaparecen, estar al mismo nivel de los nuevos egresados con nuevas especialidades, nuevas mallas, más y mejores habilidades básicas”, plantea Contreras.

Asimismo, el académico señala que la mejora de remuneraciones debe ir acompañada de posibilidades reales de inserción laboral, además de no descuidar la posibilidad de optar entre trabajar o seguir estudios superiores. “En otras palabras, si las políticas educacionales están por mejorar la calidad y la equidad, también deben considerar que es en el espacio y tiempo escolar, donde los estudiantes deben poder ver las opciones y elegir”, señala Saúl Contreras.

Por último, Saúl Contreras plantea una interrogante adicional: ¿Quiénes o qué profesores harán las clases, con la suficiente experiencia, como para preparar a los nuevos profesionales técnicos que necesita el país?

“Dada la actualización y las nuevas especialidades, será necesario no sólo contar con los recursos y espacios, también serán necesarios profesionales técnicos, con formación pedagógica y cuya experiencia les permita formar y entrenar a los futuros profesionales técnicos. Ello, a su vez, plantea la necesidad de preparar a los profesores de primer y segundo año, ante este nuevo escenario y exigencias. Desde esta perspectiva, la modernización del currículo, no debe quedarse sólo en el diseño del mismo, sino que además deberá proveer de los espacios para que, los profesores que han trabajado durante años en la educación media técnico profesional (EMTP), sus directivos, y aquellos nuevos profesores para las nuevas especialidades, cuenten con las herramientas necesarias para liderar e implementar dichos cambios”, concluye el académico de la Universidad de Santiago.
 

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