Agricultores de la Zona Central beneficiarios de proyectos adjudicados por la Universidad

  • El Departamento de Gestión Agraria de la Facultad Tecnológica y el Centro de Estudios en Ciencia y Tecnología de los Alimentos (Cecta), se adjudicaron tres proyectos por un monto total de 588 millones 431 mil pesos, aportados por el Fondo para la Innovación de la Competitividad (FIC-R) y administrados por los gobiernos regionales. Los recursos tienen como finalidad ayudar a los pequeños agricultores a rentabilizar sus ideas.

 




El Departamento de Gestión Agraria de la Facultad Tecnológica y el Centro de Estudios en Ciencia y Tecnología de los Alimentos (Cecta), se adjudicaron tres proyectos por un monto total de 588 millones 431 mil pesos, aportados por el Fondo para la Innovación de la Competitividad (FIC-R) y administrados por los gobiernos regionales. Los recursos tienen como finalidad ayudar a los pequeños agricultores a rentabilizar sus ideas.

Los trabajos son “Biopesticidas en base a saponinas de quinoa”, por 36 meses, con un monto por 168 millones 897 mil pesos, en la Región de O’Higgins; “Valorización Agroindustrial de subproductos de la quinoa”, por 36 meses, por un monto de 282 millones 814 mil pesos, también en la Región de O’Higgins, y “Habilitación de Productores Hortícolas de la Región Metropolitana para la Elaboración de Productos IV Gama", por 18 meses, con 136 millones 720 mil pesos.

Esta adjudicación de fondos consolida la alianza estratégica establecida hace un par de años por estas unidades académicas de la Universidad, las que están convencidas que deben sumar esfuerzos para obtener resultados relevantes.

De acuerdo a lo expresado por el Dr. José Luis Palacios, investigador del Cecta, la alianza con el Departamento de Gestión Agraria de la Facultad Tecnológica surgió por la necesidad de complementar las capacidades técnicas de ambas instancias, añadiendo que “comenzamos a incursionar en nuestra área de inocuidad en el tema de las hortalizas, materia en la que el profesor Luis Sáez ha trabajado durante años, y empezamos a darnos cuenta que habían necesidades que el departamento cubría, y otras de carácter técnico que estaban en el Cecta”.

A su vez, el académico Luis Sáez Tonacca, integrante del Departamento de Gestión Agraria, explica que como unidad académica definieron, hace algún tiempo, contribuir a la agricultura familiar campesina, que en Chile alcanza a cerca de 250 mil trabajadores, porque “nuestro sueño es alimentar a la población en forma saludable y equitativa y eso tiene que ver con todos los proyectos que hacemos en el marco de recuperación de alimentos”.

Añade que, “en ese contexto, nos preguntamos cómo nos hacemos cargo de las necesidades que tiene la pequeña agricultura, principalmente, desde lo que nosotros podemos atender que es la comercialización, que es mucho más que vender, es decir, que ese producto lo vendamos en el mercado pero que a los productores le reporte un beneficio real y concreto, y también a los consumidores”.

Carlos Díaz, miembro del equipo investigación, complementa que “la figura que hemos tratado de construir en el sector de innovación, que es la persona que trabaja junto a los investigadores y que a partir de una idea ayuda a coordinar con la comunidad y con los agricultores”.

Enfoque de mercado desde la oferta

La apuesta del equipo es una mirada holística, donde el producto no es el centro de preocupación, sino más bien el sistema productivo, que involucra diferentes ámbitos, como los sociales, económico y medioambientales. Técnicamente, se inserta bajo los conceptos de bioeconomía, considerándose la realidad y expectativas del productor y su entorno, sin descuidar al consumidor.

“En esa lógica, queremos rentabilizar el campo del productor y ahí empezamos a buscar cómo agregar valor a los productos de tal forma que ellos ganen más dinero”, relata el profesor Sáez.

Para llevar a la práctica este enfoque postularon a los FIC-R, adjudicándose las tres iniciativas presentadas. En dos de ellas trabajarán con la quinoa, cultivo ancestral cuyo grano es muy cotizado en la actualidad por su valor nutricional.

Los proyectos  “Biopesticidas en base a saponinas de quinoa” y “Valorización Agroindustrial de subproductos de la quinoa” se ejecutarán en la Región de O´Higgins.

En el caso de estos dos proyectos, están orientados a romper el paradigma que la quinoa es solo para fabricar grano, por lo que apuestan a valorizar la planta completa y, además, a brindar un modelo de negocios que les permita a los agricultores innovar con sus productos.

Expresa Sáez que “Al procesar la quinoa hay un residuo de la semilla que hoy en día es basura, se llama saponina y es un compuesto que tiene ciertas capacidades para matar las plagas que afectan a la agricultura y, por lo tanto, lo que nosotros vamos a tomar esta saponina de la quinoa para transformarla en un producto que controle otras plagas”.

“En este caso en específico a los nematodos de las vides de manera amigable con el medio ambiente. Pero al generar esta alternativa los productores deberían recibir mayores ingresos, porque ahora no van a vender solo granos sino que también un producto adicional, lo que implica que debemos proponer un nuevo modelo de negocio equitativo, con la participación de lo que hemos denominado un intermediario equitativo”, añade.

Hortalizas cuarta gama

La otra iniciativa, denominada “Habilitación de Productores Hortícolas de la Región Metropolitana para la Elaboración de Productos IV Gama", se desarrollará en la Región Metropolitana y tiene por finalidad enseñar a los agricultores a procesar las hortalizas frescas y limpias, envasadas y listas para su consumo, lo que es un valor agregado en la actualidad donde el tiempo es un valor fundamental para las personas.

Según explica el profesor José Luis Palacios, lo que están haciendo es generar un valor agregado para un producto que no tiene diferenciación en el mercado, porque se vende como un commodity, por lo que depende de la oscilación del mercado.

“En este proceso lo que se va a hacer es transferencia, trabajar con los pequeños agricultores que producen hortalizas traerlos a la universidad, enseñarles inocuidad alimentaria, que tengan la experiencia de generar ellos cuarta gama y comercializarla, para lo cual se van a generar mercados simulados, mercados piloto donde van a vivir la experiencia de rentabilizar el producto que están generando”, indica el profesor Palacios.

Lo anterior no es menor, si se considera que en la Región Metropolitana no existe infraestructura especializada donde los pequeños agricultores puedan acercarse a solicitar ayuda y experimentar en aquellos procesos que pueden dar valor a sus productos.

“Con este proyecto, la Universidad de Santiago de Chile será pionera en ofrecer a la Agricultura Familiar Campesina la infraestructura y capacidades necesarias para cubrir las necesidades básicas de innovación, que permitan agregar valor a sus hortalizas. Capacidades e infraestructura que permitirán abordar tanto la capacitación teórica como los laboratorios para realizar experiencias y generar nuevos productos”, plantea el Dr. Palacios.

Por su parte, Sáez agrega que “estos proyectos son la mejor expresión de la investigación aplicada, es decir, por ejemplo no se trata de la inocuidad por la inocuidad, los proyectos siempre se han pensado en cómo llevarlos a la práctica y transformarlos en un bien de uso público construido en la Universidad, pero con los agricultores”.

Mercados simulados

En tanto, Carlos Díaz, quien tiene estudios de postgrado en una de las instituciones más prestigiosas en el área de ciencia y tecnología de los alimentos, como lo es la Universidad de Wageningen, comenta que uno de los puntos más importantes de estos proyectos es que implican trabajo multidisciplinario, “algo que cuesta encontrar en la cultura universitaria, pero que hace que los proyectos sean innovadores en la concepción que tienen.

Este equipo abordará para la fase práctica la idea de mercados simulados, que es una fase experimental donde todas las variables involucradas están protegidas por el equipo de investigación, quienes a su vez van generando un modelo de negocios adaptado a la necesidad de cada pequeño agricultor, proceso mancomunado que se conoce como co-creación, lo cual ha sido probado por los profesores con apoyo de un proyecto de innovación docente (PID) financiado por la Universidad de Santiago de Chile.

“La transferencia de la universidad es lineal, mientras nosotros proponemos algo interactivo que es como se están llevando los conceptos de innovación de manera moderna, participativa e integradora, donde los pequeños agricultores sean actores del proceso de innovación junto con nosotros”, comenta Díaz.