Académico rescata valor de la diversidad cultural en las relaciones de poder

  • La bioética es una herramienta para mediar sobre diferentes modos de entender la vida, dejando de lado las imposiciones, para dar paso al respeto y entendimiento de las diferentes culturas, expresó el Dr. Carlos Viesca Treviño, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el marco del VIII Congreso Internacional de Bioética que organiza nuestro Plantel. El académico es reconocido por fomentar entre sus estudiantes la práctica médica, con un gran sentido humano. En esta instancia el investigador se refirió a la diversidad cultural y las relaciones de poder a las que se enfrenta el mundo hoy.

 





En el marco del VIII Congreso Internacional de Bioética que organiza nuestro Plantel, intervino el Dr. Carlos Viesca Treviño, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien es reconocido por fomentar entre sus alumnos la práctica médica con un gran sentido humano. En esta instancia el investigador se refirió a la diversidad cultural y las relaciones de poder a las que se enfrenta el mundo hoy.

De acuerdo al académico, el principal problema de la diversidad cultural existente es que se ubican en dos niveles diferentes. Según su apreciación, “existe un nivel de culturas que llamamos tradicionales o ancestrales, que fueron las que aparecieron en la ONU y en la OMS durante la década de los setenta y ochenta, y que se siguen manteniendo como grandes entidades políticas, como China. Por otra parte, tenemos culturas indígenas americanas, donde hay una unidad cultural mesoamericana y una gran unidad cultural andina, que son poblaciones que siguen manteniendo sus patrones culturas; entonces sus problemas son totalmente diferentes”.

En este sentido, agrega, “lo que ha pasado es que desde occidente tenemos culturas evidentemente dominantes y con intereses muy fuertes de globalización. Se está tratando de uniformar a través de patrones norteamericanos-europeos, y lo que se vende a la población es el desarrollo económico, que es un patrón de evolución cultural y sociopolítico impuesto”.

El problema que se plantea desde la bioética, para el académico, “es si podemos hablar de una bioética universal. Mi idea es que no, y si hablamos de bioética como una filosofía importante en estos momentos de la historia de la humanidad, es porque justamente puede mediar sobre una visión que se impone y que es ajena a la mayor parte de la población mundial versus un respeto a la cultura”.

Ante este panorama, el especialista enfatiza en el complejo diálogo que se establece entre las diversas culturas y el poder, ya que implica que el Estado deba comprometerse con el fomento de los derechos y empoderamiento de las poblaciones. “Si pensamos en el caso de México, el Presidente  Benito Juárez, de origen indígena, planteó que el país debía apostar a la modernidad, lo que para la cultura indígena fue una amenaza  para el país fue un aporte. Una realidad que consideró puede aplicar plenamente a la realidad que vive el pueblo Mapuche en Chile”, puntualiza.

Una alternativa a estas relaciones sería el matiz que aportan los principios éticos, es decir, un Estado garante de velar por su población, que tenga un fuerte respeto a las tradiciones culturales y a la libertad de pensamiento. Por otra parte, planteó la necesidad de que los países se declaren como una nación multicultural.

Medicina prehispánica

Entre los diversos estudios que ha liderado, llama la atención el estudio de la medicina prehispánica, donde plantea que no existen en estas culturas una concepción del cuerpo ni descriptiva ni topográfica desde el punto de vista occidental.  

“En estas culturas existía una visión de que el hombre era creado por los dioses, en la mayoría de las leyendas es el hijo pequeño de los dioses al que le ponen un lugar en el universo, que es esta tierra. El cuerpo humano resume el universo, ellos ven el universo como un eje central con pisos, hay una racionalidad entre macro y microcosmos. Esto da diagnósticos bien precisos que no tienen que ver con órganos puntuales sino con áreas”, explica el investigador.

Respecto a las criticas que se realizan desde la medicina occidental, el Dr. Viesca señaló que “el problema es que no queremos entender que existen racionalidades y no una racionalidad, que lo importante es el conocimiento y que, finalmente, vivimos todos en el mismo planeta, se observan los mismos fenómenos y se sistematizan de diferente manera”.

Ejemplificó con que “en México se conoce un recetario de un médico indígena que tiene más o menos 250 o 270 componentes, los mismos fármacos que tiene un  médico actual si pensamos en cantidad. No podemos aceptar todo en el siglo XXI sin un juicio critico, pero qué podemos hacer si para el indígena hay una tradición que lo avala y nosotros necesitamos una legitimación farmacológica, pero eso no quiere decir que estemos descubriendo el agua tibia, quiere decir que estamos justificando antes nosotros mismos un uso ancestral y hemos encontrado cantidad de cosas maravillosas”.