Académico expresa que es urgente contar con una nueva política en materia hídrica

  • “Hay decisiones de planificación relativas al ordenamiento del territorio que deberían discutirse y abordarse”, enfatiza el académico del Departamento de Ingeniería Química de nuestro Plantel, Dr. Aldo Saavedra.

 



“Hay decisiones de planificación relativas al ordenamiento del territorio que deberían discutirse y abordarse”, enfatiza el académico del Departamento de Ingeniería Química de nuestro Plantel, Dr. Aldo Saavedra. Ello implica abordar la planificación regional y local en todo el país.

Añade que se deben decidir asuntos trascendentales, como asegurar el agua para el consumo humano, en qué regiones cultivar, en cuáles potenciar la industria, dónde producir alimentos y de qué manera enfrentar el fomento minero, entre otras.

Todo lo anterior, frente a lo que considera una crisis nacional por la desertificación y erosión de los territorios, lo que afecta las zonas cultivables del país y pone en jaque la seguridad alimentaria de la nación.

En cifras, afirma que un 76 por ciento de su superficie chilena tiene algún problema y que entre la Cuarta y Octava regiones se encuentra el 70 por ciento de las comunas más afectadas.

“La desertificación es, en cierto modo, la culminación de períodos prolongados de sequía originada por la drástica disminución de la pluviosidad y por el incremento de la temperatura media ambiental”, agrega el académico, respecto de este inconveniente que ya afecta a tres cuartos del territorio nacional. 

“Como consecuencia inmediata, la escasez o ausencia de agua produce un deterioro en la calidad de los suelos, en términos físicos, químicos y biológicos”, puntualiza.

Explica que a la desertificación se asocian fenómenos como la erosión, el aumento de salinidad y la compactación de los suelos, que tienen consecuencias directas en el rendimiento del suelo para actividades agrícolas, así como en la calidad de la flora y fauna del lugar.

“Se va produciendo una verdadera e irreversible esterilización de nuestros ecosistemas y con ello la disminución de especies vegetales y animales, poniendo en riesgo la vida misma”, sostiene.

Para el académico, Chile enfrenta un complejo escenario que se ha agudizado, con el paso de los años. “El proceso de desertificación se ha expandido gravemente en nuestro país. Producto de esto, muchas tierras que hace treinta años estaban absolutamente disponibles para la agricultura, la actividad económica y como hábitat humano, han sufrido un evidente deterioro y degradación”.

Complementa que “en la medida que sigue disminuyendo la superficie disponible para uso agropecuario,  se pone en serio riesgo la seguridad alimentaria global”.

El diagnóstico

Si bien se estima que el cambio climático es un factor que influye considerablemente en la crisis hídrica y de suelos que afecta a Chile y el mundo, para el Dr. Saavedra “el fenómeno es más complejo por lo que atiende a diversos factores antropogénicos, entre los que destaca el uso dilapidador y poco criterioso de nuestros recursos naturales, sin una adecuada planificación y de carácter cortoplacista”.

Expresa que la ONU, a través de su Programa para el Medio Ambiente (Pnuma), desde hace tiempo que advierte respecto del deterioro ambiental, para lo cual ha publicado mapas de las regiones del mundo donde la desertificación y el riesgo de desertificación se han hecho presentes, donde se ha establecido el ‘índice de aridez’, factor que permite determinar el grado de déficit hídrico de una zona en relación a su oferta y demanda.

“La aplicación de esta metodología en nuestro país ha permitido enfatizar el diagnóstico de que las tres cuartas partes de la superficie se encuentran en situación de grave déficit hídrico”, enfatiza el Dr. Saavedra.  

¿Qué hacer?

El experto expresa que, ante la crisis hídrica y la consecuente desertificación de los suelos que vive el territorio, se requiere que las autoridades gubernamentales asuman el tema como algo urgente y prioritario.

Al respecto, plantea la creación y consolidación de una política nacional a largo plazo que integre la disponibilidad, uso y demanda de recursos hídricos que incluya “el uso regulado, masivo y sostenible del agua de mar para consumo humano, procesos productivos y también cultivos agrícolas con riego tecnificado”. 

Agrega que son numerosos los organismos públicos que tienen entre sus tareas preocuparse de los recursos hídricos, como municipalidades y entidades dependientes de ministerios, pero que replican funciones Entonces, se hace urgente la necesidad de que el Estado genere instrumentos y desarrolle una institucionalidad que le permita sostener la idea de planificar y gestionar como país el tema del agua. Tales propuesta no sería contradictoria con los esfuerzos por una efectiva descentralización política y económica del país.

En la perspectiva de adaptar la economía para el nuevo escenario de estrés hídrico, expresa que se requiere “un cambio en el uso de la tierra, apostando por una agricultura más sostenible y que se adapte al cambio climático, en especial en aquellas zonas áridas en las que la escasez de comida es cada vez mayor”.

“Como consecuencia de lo expuesto, sumado al poco interés en modificar ciertas normativas sobre el recurso, como el Código de Aguas, se entiende la razón por la cual el panorama actual es la de una constante pugna entre los diversos usuarios del agua. Y esos conflictos se acrecientan en la medida que la carencia del recurso se hace más evidente”, destaca el Dr. Saavedra.

Concluye el científico ojalá haya decisiones importantes que pueda mostrar el país en la próxima celebración del Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, el 17 de Junio.