Conmemorar para proyectar

Dr. Rodrigo Vidal Rojas
Rector de la Universidad de Santiago de Chile

Como Universidad de Santiago de Chile, heredera de la Universidad Técnica del Estado, conmemoramos los 50 años desde el golpe de Estado para proyectar los próximos 50 años. Este medio siglo vivido significa una experiencia dolorosa, forzada, pero también, repleta de esperanzas. Sin duda, esperamos extraer aprendizajes que nos permitirán vivir un mejor futuro.

Estos 50 años pasados se dividen en tres partes fundamentales. La primera, es el golpe de Estado propiamente tal. La segunda, son los casi 17 años de dictadura. La tercera, son 33 años de complejos esfuerzos de reconstrucción democrática. Seguimos en esta última parte, no es una tarea fácil.

Para nuestra Universidad, en primer lugar, el golpe de Estado significó transformarnos en uno de los lugares en Chile más asediados y acribillados por parte de las fuerzas de ocupación militar. Esto se tradujo en muertes, desapariciones y violaciones a los derechos de muchas personas de nuestra comunidad. La dictadura, en segundo lugar, instaló un régimen, una cultura y una institucionalidad militar en nuestra Universidad, es decir, un modelo jerárquico, vertical, autoritario y personalista de Gobierno Universitario. El miedo comenzó a ser el modo de relacionarse al interior de una quebrada y herida comunidad universitaria. Fue en esta etapa que se cercenó la Universidad Técnica del Estado y sus nueve sedes pasaron a ser nuevas universidades regionales. Ese fue el golpe letal a la Institución que nació para ser el fundamento de la industrialización nacional. La sede de Santiago, reducida a la Universidad de Santiago de Chile, vio nacer en 1981 su Estatuto Orgánico (DFL 149) que plasmó el modelo de gobierno autoritario, lamentablemente, hasta el día de hoy.

En tercer lugar, durante estos 33 años de democracia, la Universidad ha crecido, se ha diversificado y ha debido sobrevivir como una universidad regional, con un financiamiento estatal reducido a no más del 15% de su presupuesto anual. Es decir, la antigua sede central de la Universidad Técnica del Estado es hoy una universidad de propiedad estatal, de vocación pública y de financiamiento privado. Y en esta universidad, la cultura del miedo, el déficit democrático y la apatía frente a los desafíos de participación y construcción conjunta del presente y futuro, se han apoderado de nuestra comunidad.

En consecuencia, el Golpe de Estado no solo quebró la democracia en un momento específico de nuestra historia. A pesar del rechazo a la continuidad del régimen militar, en 1988, al triunfo de la oposición, en 1989, y a la reconstrucción progresiva de las instituciones democráticas, a partir de 1990, el déficit de democracia se mantiene en nuestro país y en nuestra Casa de Estudios. 

No obstante, a todo lo anterior expuesto, abrigo una fuerte esperanza: la identidad estatal, democrática, innovadora, intranquila y de servicio a la sociedad, está viva en nuestro gen universitario más profundo, es parte de nuestra esencia y confío que, pese a la historia que nos antecede, esta no nos ha abandonado. Es parte de nuestro ADN. Tengo la convicción de que, en cada estudiante, en cada funcionaria y funcionario, académica/o y no académica/o, en cada docente, en cada egresada y egresado, existe el pensamiento profundo de que no pasamos por la Universidad de Santiago, ex Universidad Técnica del Estado, de manera meramente casual. Estoy convencido de que cada una y cada uno de nosotros sabemos que la USACH, ayer UTE y anteayer EAO, es la universidad de la transformación positiva de nuestra sociedad en una nueva sociedad. Y que sabemos en lo más profundo que cada una y cada uno de nosotros estamos llamados a ser los agentes de esa transformación. 

Nuestro desafío hoy es sacar lecciones para el futuro. Esta conmemoración de los 50 años nos permite preguntarnos más allá de nuestras legítimas diferencias, ¿a qué estamos dispuestos a comprometernos como Comunidad Universitaria? ¿De qué modo podemos erradicar la agresividad de nuestra convivencia? ¿Seremos capaces de pasar de la lógica de la confrontación y la declaración, a la lógica de la colaboración y el trabajo conjunto?

Me parece que para lograr este desafío debemos ser conscientes y conocedores de nuestra historia. Debemos reconocer y valorar a quienes fueron violentados y denigrados. Debemos despertar el recuerdo para acercarnos a la verdad; dialogar, reconciliarnos. Intentar que el presente no nos impida ver estos 50 años en su contexto. Recordar la gravedad de lo ocurrido para cuidar nuestra democracia, para perfeccionarla. Esta conmemoración nos debe ayudar a superar los miedos, los odios, la confrontación que solo llevan a la división, a la violencia y a un porfiado negacionismo. Es decir, no sólo debemos cuidar nuestra democracia sino que también debemos cuidar la manera en que vamos a vivir juntas y juntos.

Desde mi vereda, he asumido el desafío de trabajar para lograr que volvamos a reencontrarnos como comunidad, valorándonos entre todas y todos, sin excepción, como iguales, como partes esenciales de una misma comunidad. Valorando la hermosa diversidad que convive día a día en cada rincón de nuestros espacios.

Permítanme invitar a todas y a todos en su rica diversidad, a que nos unamos como un solo cuerpo, como una sola alma, para desterrar la empatía y la intolerancia. Para cerrar heridas. Para sostener el valor universal de los derechos humanos y la importancia del otro y de la otra. Para nuestra Universidad, los próximos 50 años deberán ser los de la democracia, la participación, la innovación, la transformación social y cultural, los años del acceso de todas y todos a los beneficios del desarrollo del país. Mi objetivo es que los próximos 50 años sean los años en que la Universidad de Santiago de Chile recupere su papel histórico de ser la universidad transformadora de la sociedad. La universidad donde se cultive la ciencia, la
innovación tecnológica, la creación artística y la transformación cultural de Chile y de América Latina.

Todo lo haremos con pleno respeto hacia la institucionalidad pública. Es posible que esto rompa el statu quo de algunas personas acostumbradas a recibir egoístas privilegios personales e individualistas. Pero nuestro norte es la Universidad en su conjunto y la sociedad chilena. Es poner a las personas y su bienestar al centro de toda la gestión. En los próximos 50 años, la Universidad de Santiago de Chile será un lugar donde veamos con esperanza el futuro, donde será grato trabajar, investigar y estudiar, donde nos respetaremos como iguales, donde la creación se transmitirá desde nuestras venas hasta los laboratorios y talleres y, desde allí, hacia el país. En simple, una Universidad orgullosa de ser lo que es. De su historia y de su esperanzador futuro.