"A diferencia del inglés y el francés, el chino mandarín se ha expandido en Chile desde los establecimientos municipales"

  • Es el planteamiento de la directora de la Corporación Cruzando el Pacífico, Karina Piña, quien destaca que desde el año 2005, cerca de diez mil niños/as y jóvenes de liceos chilenos han tenido experiencias con este idioma oriental, lo que refuerza una conexión cultural todavía muy débil si se compara con las prósperas relaciones comerciales que se tienen con China.
  • La profesional participó en el panel que tuvo lugar en la Universidad a propósito de las mesas de diálogo organizadas en Santiago y Concepción, por la Asociación Latinoamericana de Estudios de África y Asia, Aladaa- Chile.

 



“Los idiomas tienen ciclos de poder, en el siglo XIX era el francés, en el XX el inglés… lenguas asociadas a la elite. En el siglo XXI el idioma es el chino mandarín y en Chile parte en los liceos municipales, en la no elite”. La frase corresponde a Kariña Pina, directora ejecutiva de la Corporación Cruzando el Pacífico, entidad sin fines de lucro que busca fomentar el intercambio académico, educativo y cultural entre China y nuestro país.

La profesional participó recientemente en nuestra Casa de Estudios, en el panel “Enseñanza de idiomas asiáticos en Chile”, enmarcado en las mesas de diálogo “Reformas, interculturalidad, movimientos sociales y acciones bélicas: reflexión y acción en torno a la repercusión de Asia y África en Chile”, que este año realizó durante noviembre, en Santiago y Concepción, la Asociación Latinoamericana de Estudios de África y Asia, Aladaa Chile. En la ocasión, la profesional compartió la mesa con los profesores de la Facultad de Humanidades (FAHU), Edinson Muñoz y Juan Luis Perelló y con la doctoranda de la prestigiosa institución El Colegio de México, María Elvira Ríos, actual coordinadora de Aladaa Chile. Allí, Karina Piña sostuvo que en contraste con la estrecha relación económica, política y comercial que se ha generado entre China y Chile, existe la necesidad de que nuestro país amplié sus conocimientos sobre la cultura del país oriental.

Según explicó, el primer paso en este sentido, se dio en 2004, cuando se firmó el memorándum de entendimiento entre China y Chile para la educación en la reunión de la APEC en Santiago. “Al año siguiente, llegaron dos profesoras de mandarín para enseñar chino a un total de doscientos estudiantes en tres liceos municipales. Para el año 2010 había veinte docentes de mandarín enviados por el gobierno de China. Así, en seis años, los liceos que participaban eran 26, sumando un total de tres mil 500 alumnos. A la fecha, son dieciocho los liceos en los que se enseña chino, por lo que se estima son cerca de diez mil los y los jóvenes chilenos que han tenido experiencias con el idioma en el aula”, comentó.

La también ingeniera comercial, quien realizó su MBA en la University of International Business and Economics, de Pekín, hizo referencia al progresivo alcance de los institutos y salones Confucio en el país, proceso de extensión que se vio coronado este año con la inauguración del "Centro Regional de Institutos Confucio para América Latina”. “Se está avanzando en acercar académicamente China, su idioma y su cultura, y a medida que pasen los años esto irá en desarrollo. Las universidades están colaborando en investigaciones, implementando cursos de chino mandarín para sus estudiantes, entre otras iniciativas”, remarcó la directora de Cruzando el Pacífico.

La expansión de los idiomas orientales

Algunas experiencias escolares de este nuevo aprendizaje, fueron recogidas por María Elvira Ríos, máster en Estudios de Asia y África, con especialidad en China, de El Colegio de México, quien presentó algunos casos de jóvenes en situación de vulnerabilidad que se han motivado por aprender el idioma chino, gracias al programa que ha implementado el gobierno chileno en escuelas municipales de varias regiones del país.

Por su parte, el académico Edinson Muñoz, coordinador del Área de Japonés de la Licenciatura en Lingüística Aplicada a la Traducción de la FAHU, aludió durante su participación en la mesa, al impulso que la Universidad de Santiago le ha dado al aprendizaje de lenguas orientales. “Los cursos de japonés se iniciaron acá en 1994, los de chino hace unos diez años y los de coreano hace más de cuatro. Además, contamos con una carrera de pregrado en japonés desde el año 1995", señaló.

El docente indicó que en el caso puntual del japonés, la cobertura de la enseñanza de esta lengua ha alcanzado a diferentes regiones del país. “Hay registro de cursos en la U. Católica del Norte en Antofagasta, en la de U. de La Serena, la Universidad Austral y en la de Concepción. Además, en Santiago hay un sinnúmero de instituciones privadas donde se puede aprender japonés". Aún así, planteó que en términos macro “se requiere de profesores con mayor preparación para la enseñanza de los idiomas orientales".

Inmersión cultural como exigencia

En su intervención, el licenciado en lingüística por la Universidad de Santiago y máster en Ciencias del Lenguaje y la Información por la Universidad de Tokio, Japón, Juan Luis Perelló, aludió a aspectos que definen el panorama actual del ejercicio profesional de la interpretación y traducción japonés-español. Por ejemplo, sostuvo que la primera “conlleva innumerables dificultades al requerir un tiempo de respuesta instantáneo, al ser oral e in situ, a diferencia de la traducción escrita”. Ambas, agregó, tienen una demanda inestable, pero la interpretación está empezando a ser más solicitada en Chile. A su vez, aunque la traducción tiene pocos requerimientos dentro del país, “se pueden tener clientes extranjeros si se trabaja por Internet”, puntualizó Perelló.

El profesor de la FAHU hizo hincapié en la continua necesidad de perfeccionamiento para lograr un nivel adecuado de desempeño. “Cinco años de universidad no bastan. Tanto la traducción como la interpretación del japonés exigen que quien desee practicarlas pase una temporada larga en Japón, dadas las inconmensurables diferencias culturales y contextuales que solo pueden captarse a través de la experiencia directa y no teórica”, precisó Perelló.

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