Académico Fernando Henríquez cumplió 50 años enseñando en el Plantel: “El contacto con los estudiantes lo hace a uno mantenerse mentalmente vivo”

  • Hace un par de semanas, el geólogo y académico del Departamento de Ingeniería en Minas, fue homenajeado con la medalla Universidad de Santiago de Chile, en su categoría dorada, máxima distinción al mérito universitario, por sus cincuenta años ininterrumpidos dedicados a la educación pública de nuestro país. “Me gusta la docencia, además, esta Institución es mi vida; aquí paso la mayor parte del tiempo. Es la prolongación de mi casa. No sé qué sería de mí, si me retiro”, reflexiona.


 




Hace unos días, en medio de la celebración del 167 aniversario de nuestra Casa de Estudios, fue homenajeado con la medalla de oro Universidad de Santiago por sus cincuenta años ininterrumpidos dedicados al Plantel, el geólogo y académico Fernando Henríquez Barrientos, del Departamento de Ingeniería en Minas.

Sus historias, como es de esperarse, no son pocas. Próximo a cumplir 74 años en agosto próximo, ha sido protagonista de los cambios más importantes de la Corporación en los últimos años, desde que ingresó a enseñar a la antigua Escuela de Ingenieros Industriales, en la especialidad de Minas, de la Universidad Técnica del Estado (UTE) a principios de 1966.

Egresado del Instituto Nacional y de la U. de Chile, fue invitado a participar de la Universidad de Santiago, en medio del proceso de reforma universitaria iniciada a principios de los años 60. Es por eso que tras ser contratado a mediados de 1966, también comenzó a hacer clases en Ingeniería Química, y Química Industrial, y en el Instituto Pedagógico Técnico.

En 1971, luego de dictarse bajo el mandato del rector Enrique Kirberg Baltiansky el nuevo Estatuto Orgánico de la UTE, que disponía que la labor académica debía organizarse en Departamentos, Facultades, Sedes y otras estructuras que se estimaran necesarias, se crea en 1972 la Facultad de Ingeniería, y a su vez , el Departamento de Ingeniería en Minas.

Tras ello, el académico Henríquez viaja becado a Canadá, a la Universidad MacGill a realizar un doctorado en Geología. Su estadía en Norteamérica coincide con el golpe de Estado de 1973.

Retorno a Chile

En 1974 decide volver a Chile, pero se encuentra con una realidad devastadora. “Cuando volví el 74, el Departamento estaba desecho, casi todos se habían ido o los habían echado, no había prácticamente nada. Al poco tiempo, los militares separaron las sedes de la Universidad. Entonces, con los pocos que quedamos, decidimos empezar a avanzar en la reestructuración de la Universidad”, señala.

Paralelamente, recalca el académico, fue importante en su decisión de retornar al país, retomar su labor investigativa, la que mantiene hasta el día de hoy.

“Mi tesis de doctorado era sobre un problema chileno, algo que ha marcado toda mi vida de investigación. Es un caso único que existe en el mundo, un yacimiento, El Laco, en la región de Antofagasta, que son coladas de fierro, de magnetita, y no se había hecho ningún estudio sobre eso”, destaca.

De esa manera, recuerda, se iniciaron los estudios para crear la carrera académica, y empujar la investigación en la Universidad, “porque no existía, y por tanto, creamos las bases de lo que es hasta ahora, tanto en estructura como en reglamento. Eso se concretó en la segunda mitad de los 80, bajo el mandato del rector Patricio Gualda Tiffaine”, enfatiza el geólogo.

Fue en ese entonces cuando el académico Henríquez conoce al sueco Jan Nyström, un investigador del museo de Historia Natural de Estocolmo. Con el conocimiento y el acceso a nuevas tecnologías del europeo, deciden ampliar las indagaciones los yacimientos ubicados en la zona de la costa del país, además de proseguir con El Laco. Posteriormente, se sumará a los trabajos el profesor de la U. de Nueva York, Richard Naslund, con quienes mantiene una relación de amistad hasta estos días.

También en los años 80, fue invitado a Tsukuba, Japón, por un geólogo del servicio geológico del gobierno de ese país, que le transmitió que las autoridades japonesas reconocían su calidad como académico y como geólogo.

Reestructuración del Plantel

Luego, en 1988, bajo el mandato del rector Raúl Smith Fontana, el académico Fernando Henríquez participó en la comisión que reestructuró académicamente a la Universidad, que incluía un nuevo esquema para la elección del rector, los decanos y los directores de departamentos, reglamento que sigue vigente hasta ahora.

Más adelante, a fines de los años 90 y como miembro del Consejo Académico, fue nombrado por el ministro de Salud de la época, Álex Figueroa Muñoz, como parte de una comisión dedicada a estudiar la situación psiquiátrica en Chile. Posteriormente, el nuevo reglamento fue decretado por la entonces ministra de la cartera, Dra. Michelle Bachelet Jeria, evoca el académico.

“A raíz de ello diseñamos un programa de la Universidad para ayudar al Hospital siquiátrico El Peral, donde los estudiantes de Industrial, Geográfica, Arquitectura, y otras carreras, elaboraban proyectos para el mantenimiento del recinto”, precisa.

El Departamento de Ingeniería en Minas hoy

El profesor Henríquez se siente orgulloso cuando se le pregunta por el Departamento de Ingeniería en Minas, y no duda en señalar que es actualmente el mejor de todo el país.

“La formación que se les está dando a nuestros estudiantes ha mejorado sustancialmente. Me atrevo a decir que en estos momentos, el cuerpo académico que tiene el Departamento de Ingeniería en Minas es el mejor que ha tenido en todo su desarrollo, con gente joven, doctorados que están muy activos en investigación”, sentencia.

El académico rescata la formación y la calidad del estudiante egresado del Departamento.

“La calidad de nuestros estudiantes es muy superior a la de otras universidades. Además no importa el nivel socioeconómico, porque se integran, tienen valores sociales en común. Son capaces de trabajar en equipo y tienen una formación más universal que les permite trabajar en cualquier ámbito de la minería”, subraya emocionado.

Reconoce que a lo largo de los años no ha disminuido en lo más mínimo su gusto por la docencia, y que espera seguir ejerciendo por mucho tiempo más.

“Me gusta la docencia, además, la Universidad es mi vida, aquí paso la mayor parte del tiempo. Es la prolongación de mi casa. Y yo no sé qué sería de mi vida si me retiro. El contacto con estudiantes, con juventud, a uno lo hace mantenerse mentalmente vivo”, concluye.